3.8.12

Epístolas R. ( 8 ) : El Sátiro


He tardado casi tres meses en continuar un correo que creo que bauticé como Reflejos en un ojo dorado.


Durante un tiempo esperaba no tener que llegar a poner por escrito lo que si quieres vas a leer a continuación.

Nunca he sabido si has llegado a entender lo que pretendía decirte cuando te relaté mi para nada interesante recorrido vital en El río de la vida y Reflejos en un ojo dorado.

Preveo que no me será del todo grato revivir ciertos aspectos de mi vida de los que no me siento especialmente orgulloso y menos compartirlos con alguien que dice que no sé gusta como es, que necesita cambiar urgentemente aspectos de su vida y que se excusa en falta de tiempo y fuerzas, a la vez que se niega el afecto que le tengo, no sé si porqué no se siente merecedor de él o porqué simplemente no le es grato el remitente.

Hasta ahora te había contado quién soy: una mezcla de mi esencia y el entorno con el que crecí, me formé y en el que vivo, cómo soy: lo que unos llaman un promiscuo y otros se atreven a calificar cómo hipersexual o un sátiro, pero a la vez alguien que espera no dejar nunca de evolucionar y mejorar a base de esfuerzo, autocontrol y autoconocimiento, de lo que no soy o fui capaz de hacer: el soy se refería evidentemente a la monogamia sexual y el fui se refería a amar a personas que se lo merecían por mi inmadurez.

Mantengo la esperanza que no mentiste cuando dijiste que te había ayudado, en todo caso si ha existido error en la interpretación de mis palabras asumo la culpa por no haber llegado nunca a contarte lo realmente importante: lo que he sido capaz de hacer.

La promiscuidad no me produjo nunca sentimiento de culpa, ni supuso para mi ningún malestar, por lo menos hasta que fui consciente que en períodos determinados de mi vida y de forma intermitente el sexo me estaba impidiendo un adecuado comportamiento social y laboral.

Sirva de ejemplo que hará algo menos de diez años un día, después de comer y antes de volver al trabajo, me fui a una zona de cruising de la que era habitual y tuve un polvo estupendo con un tío cañón. Se me hizo tarde y mientras iba contentísimo, pero a la vez rapidísimo para recuperar tiempo, tuve un accidente de coche que no llegó a ser nada para lo que podría haber sido.

No era la primera vez que me escapaba en horas de trabajo para tener sexo, ya lo había hecho de estudiante en la universidad y no me parecía nada malo.

Tampoco era la primera vez que era consciente que había invertido mucho más tiempo en buscar y tener encuentros sexuales que en cultivar y cuidar mis amistades o mis inquietudes culturales, y ya no digamos las relaciones sentimentales, aunque esto último ya lo había ido corrigiendo con el paso de los años.

Evidentemente esa tarde no pude ir al trabajo y durante los interminables segundos que estuve dando vueltas con el coche con el airbag disparado, las cintas de cassette, chaleco, bombillas de repuesto y demás enseres cayéndome encima, me prometí que el sexo no iba a dominar más mi vida y pensé el poco sentido que hubiera tenido mi existencia de haber acabado en aquel momento.

Por mi experiencia previa ya sabia que los períodos en los que afectiva y anímicamente me sentía mejor y más realizado, eran en los que menos buscaba sexo compulsivamente.

Y es que existe una diferencia enorme entre buscar sexo para satisfacer unas necesidades fisiológicas del todo sanas y naturales o incluso por puro placer corporal o diversión, a buscar continuamente la autorrealización a través del sexo con otros intentando cubrir carencias emocionales y afectivas.

Fue entonces cuando empecé a compartir experiencias con gente que había pasado por circunstancias similares y cuando supe lo que es la hipersexualidad, la adicción al sexo, la andromanía o la satiriasis, con sus diferentes matices.

Des de entonces me ponen alerta frases del tipo: “Nunca me he sentido querido por mi padre o por mi madre” “Mis padres quieren a todo el mundo menos a mi“ “Me siento o me he sentido profundamente solo” ”Tengo ganas de querer pero tengo miedo a soltarme” “No tengo experiencia de ser amado o respetado” “Nuca creí que hubiera alguien que de verdad me quisiera” “No merezco que me quieran o no soy digno de ser amado” “Necesito estar haciendo muchas cosas al mismo tiempo, tener la mente ocupada continuamente” “Soy muy impulsivo” “Tengo cambios bruscos de humor” …

Con ello no quiero decir que quien diga o haya experimentado alguna o todas estas sensaciones necesariamente acabe usando inadecuadamente el sexo y deba con urgencia aprender a amar, pero si suelen ser expresiones comunes en gente con baja autoestima y susceptible de caer en algún tipo de adición, siendo la mas fácil y tentadora en el mundo homosexual la referente al sexo, ya que no solo aceptamos y consideramos normal la promiscuidad, sino que muchas veces ensalzamos al individuo que más relaciones consigue aunque se trate de un ser amoral.

Después de esta autocrítica que no sé si era necesaria o no pero que ahí la dejo, no quiero que interpretes que rechazo el sexo por el sexo, el placer por el placer, pues ya sabes que justamente es todo lo contrario: soy partidario de todo lo que haga a una persona más feliz, más equilibrada, más realizada y más libre.

El sexo nos proporciona un montón de buenas sensaciones y es estupendo si se usa adecuadamente, pero nos hace esclavos cuando lo usamos, por ejemplo, para calmar una profunda soledad, compensar la falta de cariño, suavizar cualquier tipo de ansiedad, mitigar con la cantidad el vacío que nos puede producir la baja calidad de nuestras relaciones o, como me ha pasado a mi más recientemente, para sentir que aún eres apetecible a pesar de la edad.

He conocido mucha gente, conforme avanzan en edad y fracasan en relaciones sentimentales se va incrementando el número, con verdaderos problemas a causa del mal uso del sexo y de la confusión o no comprensión de lo que es y donde hay o no amor.

No soy ni mejor ni peor que cualquiera y menos a aún soy nadie para juzgar la forma de vivir, sentir y amar de los demás. De hecho hay tantas formas de amar como personas hay para ser amadas, solo es cuestión de estar dispuesto a darlo.

Como te he dicho yo mismo he sido, y puedo volver a serlo en cualquier momento, de los que han experimentado, de una manera mas o menos regular, la confusión y a veces el malestar que genera el superar las carencias internas a base de sexo.

Con frecuencia he usado frases del tipo: me siento mejor cuando tengo que cuando no tengo, tengo menos agobio interno, me pone de mejor humor, no hago daño a nadie ya que es de mutua voluntad … pero si te fijas todas estas expresiones las podemos aplicar cuando tomamos alcohol, cuando fumamos, cuando tomamos farla, cuando comemos aquel plato hipercalorico que tanto nos gusta … y ciertamente no es nada malo, siempre que con el tiempo uno no se vuelva alcohólico, esclavo del tabaco, drogadicto o sufra algún trastorno alimenticio.

Llegado a este punto, no sé realmente porqué te estoy contando todo esto, no soy ningún experto en el tema y ni tan solo sé si te puede generar el mínimo interés … será que a pesar de intentar superar mi adicción a enviar-te escritos soporíferos, he vuelto a caer en la tentación, y es que el ser humano es débil por naturaleza y es el entorno lo que nos hace volvernos fuertes y sobrevivir, o nos acaba consumiendo.

No sé si lo que he escrito es adecuado para que lo lea un “niñato gilipollas” como tu (así te autocalificaste, yo me reservo mi opinión), tengo exactamente las mismas dudas que en los anteriores correos con título que te envié.

Si finalmente te acabo enviando este (que seguro lo haré) y si lo acabas leyendo (sé que lo harás), será porqué no hace demasiado me dijiste que te había ayudado más de lo que podía imaginar.

Claro que también me dijiste en el mismo momento que me querías muchísimo y ayer me dijiste que no entendías porqué te quería yo.

Me he quedado tantas veces sin tu respuesta a tantas cosas y he tenido que usar contigo tantas veces la intuición (como debes haber comprobado no es una de mis pocas cualidades), que esta vez voy a ser yo quien no te responda, solo te diré que la respuesta es muy sencilla, y que a pesar que consideres a los seres humanos complicados, en el fondo no lo somos tanto.

Sabiendo que cuando llegase el momento adecuado para que te pudiera decir todo lo que he escrito (han de pasar unos cuantos años, supongo) ya nos habremos perdido la pista (uno no puede estar llamando siempre a la puerta de quien no quiere abrirle) no podía dejar de enviarte incluso las Cosas que no hubiese querido decirte.

Ahora debería poner te quiero o algo similar, no lo haré, dejaré que rellenes este espacio con lo que quieras ______________________ R.

Enviado 27/12/2011