3.8.12

Epístolas R. ( 3 ) : El río de la vida


Ayer al enviarte el correo cometí al menos un par de errores que espero estar aún a tiempo de enmendar.


Me precipité en su envió, las prisas no son buenas para nada (error número 1) y (error número 2), jamás debe usarse como ejemplo en el contenido al destinatario de lo escrito (en este caso el error es doblemente grabe puesto que no te conozco).

No creo que seas el destinatario adecuado de lo que viene a continuación, no porqué no seas capaz de entenderlo (siempre me has parecido, a parte de sensible, un tío inteligente), sino porqué en estos momentos nuestras vidas se encuentran dos puntos bastante alejados, y es que no dejan de ser diecisiete años lo que nos separa.

A pesar de ello (voy a mojarme nuevamente, ya que no puedo pretender que tu lo hagas), de igual manera que yo en algún momento he podido identificarme en tus actitudes (he tenido veinte años), tal vez tu hayas visto en mi, en mi marido, o en ambos, el reflejo de lo que podría ser tu vida de aquí a un tiempo (espero que no seamos un mal ejemplo para ti).

Con la idea de que en el caso que llegue a enviarte este correo cometeré un tercer error, probablemente aún más grabe que los anteriores, me dispongo a escribir sobre lo que realmente debí hacer ayer La insoportable levedad de ser yo mismo:

Desde donde me alcanzan los recuerdos, siempre he sido consciente de mi preferencia por los chicos y lo he vivido con total naturalidad, sin conflictos internos e intentando crear el mínimo de conflictos a mi alrededor.

En mi adolescencia, supongo que como casi todo el mundo, vivía según los cánones del romanticismo.

En aquella época esperaba que mi príncipe azul viniese cabalgando, me cogiese de la mano y me enseñara un mundo lleno de luz y de color.

(¿era feliz? No, pero creía serlo)

Cansado de esperar a que eso llegara, consciente de mi homoSentimentalidad, me fui un día a una zona cruising a comer un rabo. Era hora de explotar mi homosexualidad.

Durante años me dejé arrastrar por la corriente, disfrutando de los placeres que nos proporciona la vida y que la juventud nos permite, huyendo de compromisos a largo plazo, saboreando el momento, dejando que todo fluyera con naturalidad, no implicándome mas que lo estrictamente necesario ... como dice la canción de la Torroja: no es pecado capital el quererse sin querer.

Mi actitud era mas cercana a la Sabina de la obra de Milan Kundera, que no a la de Tomas, puesto que entonces no encontré, o simplemente no supe ver, a mi Teresa.

De esos años conservo una lista de más de setecientas relaciones sexuales, con más de seiscientas personas distintas, un par o tres de relaciones pseudo-sentimentales y a los mejores amigos que he tenido, tengo y tendré (y es que en aquel momento el vacío que podrían haber dejado el tipo de relaciones que mantenía quedaba sobradamente cubierto por el cariño y el afecto de la familia y sobretodo los amigos).

Hace años escribí al respecto: “Va ser llavors quan vaig trobar als amics, als d’ara, llavors i sempre, quan vaig escollir professió, vaig compartir el sexe, vaig buscar la fe en déu i la vaig perdre definitivament, quan vaig jugar a ser gran i vaig creixa”.

(¿era feliz? Empezaba a serlo, fue mi época de búsqueda y primeros encuentros)

Las cosas me iban bien, no podía quejarme, tenia un buen puesto, salud y las necesidad afectivas cubiertas, pero ...De repente un buen día me encontré opositando para una trabajo en el que llevaba tres años y del que nunca me había planteado si realmente me gustaba, viviendo con mis padres por el temor a dejar a mi madre falta de cariño y habiendo perdido a un par de las mejores personas que he conocido nunca (entre ellas Natán) por no querer ni saber amar.

(¿era feliz? No, pero como la vida me sonreía yo debía sonreírla)

Me di cuenta que si no quería que nada ni nadie escribiera mi propia vida era yo quien debía tomar las riendas de la misma.

Hice un listado de prioridades y me dispuse a rediseñar mi mundo.

Estaba dispuesto a soportar el peso de mi propio ser.

Gané las oposiciones para seguidamente aceptar un cambio de trabajo, me busqué piso y me dispuse a aprender a querer queriendo.

Pasó el tiempo. De cómo nos conocimos mi marido y yo, ya te he hablado ... por suerte lo encontré cuándo yo ya había aprendido a amar.

A él no le gusté, si hubiera dejado que la vida fluyera como en el pasado, sin mostrarle a él que quería conocerlo, sin mostrarme tal y como soy, sin disfraces, sin maquillaje, en la cuerda floja y sin red ... seguramente no habríamos sido nada más que una anécdota el uno en la vida del otro, de mi ni ser acordaría.

Des de entonces he ido enseñándole mi forma de amar (que no es ni mejor, ni peor que otra, simplemente es la que me es propia), el se dejó querer y con el tiempo llegó a quererme.

Seguramente si hablas con él te dirá que por su experiencia es mejor que no fuerces nada, que el amor no se busca (y eso es cierto porqué él el amor se lo encontró, yo tampoco busqué el amor, simplemente lo dí) y que es mejor que no te obsesiones y tal y tal ... es su experiencia y es feliz.

Éste último mes ha pasado algo que me he hecho ver la fragilidad de la felicidad de mi marido, y es que se sustenta en lo que le ha sido dado más que en lo que ha conseguido.

A él le gusta pensar que somos almas gemelas.

Yo creo que somos complementarios.

Hay momentos en que no para de repetirme que todo lo que sabe y lo que es ahora se lo he enseñado yo, que me quiere cada vez más.

Cuándo empecé a quererle lo hice libre y conscientemente.

No voy a dejarle nunca, en todo caso me dejará él cuando este río en el que fluye le traiga algo que yo no sea capaz de darle.

No voy a dejarle nunca porqué no podría dejar a la persona que mas he querido y quiero de este mundo desamparada, desconsolada o perdida.

No voy a dejarle nunca aunque haya encontrado algo por lo que me hubiese gustado luchar.

Aunque haya momentos que no pueda ser tan feliz como lo es él, sigue siendo la época más feliz de mi vida.

Igual ahora entiendas el significado del peso y la levedad del ser (si es que no lo habías entendido ya).

Mientras pienso si enviarte o no este correo iré al baño, fumaré un cigarrillo (nunca he fumado y hace años que no pruebo alguno), asistiré a una reunión que preveo conflictiva y me subiré los pantalones que últimamente se me están cayendo ...

Enviado 03/10/2011